Acaba de terminar en Roma la primera sesión de la XVI Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos dedicado al tema de la Sinodalidad. A lo largo de un mes (4-29 octubre 2023) 365 miembros del Sínodo con derecho a voto se han reunido en torno a 35 mesas redondas (divididas por lenguas y temas a tratar según las preguntas del documento: instrumentum laboris). Fueron 234 obispos de todo el mundo, 20 representantes de la Iglesias Orientales, 50 miembros invitados por el Papa Francisco, 12 delegados fraternos (de otras confesiones cristianas) y 8 invitados especiales. De los miembros con derecho a voto, 54 han sido mujeres, un primer hecho histórico. La segunda sesión de esta Asamblea tendrá lugar en octubre del 2024. Es decir, culmina una sesión, pero el camino sinodal continua. De hecho, este Sínodo fue inaugurado por el papa Francisco en octubre del 2022, y empezó con la etapa diocesana, a saber, la consulta al Pueblo de Dios en las Iglesias particulares. La reunión en Roma fue el culmen de un largo proceso de consultas. Los miembros de este Sínodo representaban, de alguna manera, a todo el Pueblo de Dios y tuvieron como documentos de apoyo las síntesis de la etapa continental, es decir, la consulta que se hizo en 7 continentes (sumado el medio oriente y el “continente digital”) y un precioso documento preparatorio de esta etapa titulado “Ensancha el espacio de tu tienda (Is 54,2)”.
Frutos de este mes han sido una “Carta a todo el Pueblo de Dios” y un “informe de síntesis” que no es un documento final o conclusivo, sino un texto que ayuda a avanzar en el camino sinodal, pues expresa lo trabajado en la Asamblea, los temas tratados y las propuestas que surgieron. Este informe fue aprobado por mayoría el último día de la Asamblea, y ya está a disposición de todos.
Desarrollo brevemente el informe de síntesis, que se divide en 3 partes (I. El rostro de la Iglesia sinodal; II. Todos discípulos, todos misioneros; III. Tejer lazos, construir comunidad) y cada parte contiene 7, 6 y 6 capítulos respectivamente. Interesante notar que cada capítulo se divide a su vez en “convergencias”, “cuestiones a profundizar” y “propuestas”. No presento una lista detallada de todos los temas, sino una reflexión de cómo se vivió el trabajo, la formulación y los pasos a seguir para que el fruto vuelva al lugar de donde partió: las iglesias particulares, las parroquias, las comunidades locales de base, es decir, allí donde se explaya en lo concreto la semilla del Reino.
Desde mi experiencia como facilitador de esta sesión – quien ayuda a la “conversación en el Espíritu” en cada mesa – puedo narrar lo vivido en cuatro lecciones breves de todo este proceso, y en especial de este mes. Dejo a la lectura personal el valioso informe de síntesis, porque es, de alguna manera, tomar el pulso al sentir de la Iglesia en este momento de la historia.
El primero punto es la catolicidad de la Iglesia. Este es un gran reto, porque lo que se pueda entender y vivir en una parte del mundo, puede ser entendido y percibido de una manera totalmente distinta en otra parte. Debemos estar muy atentos a esta realidad, que se enfatiza con la existencia de las redes sociales y la velocidad de la información. Los pilares de la sinodalidad son la comunión, la misión y la participación, a imitación e inspiración de unidad de la Santísima Trinidad, comunidad de misericordia e de implicancia en el mundo.
En segundo lugar, este Sínodo no es una experiencia de temas, sino de métodos. La escucha, el silencio, el intercambio respetuoso de opiniones, y el aire de familia que se respiró todo el mes, han marcado las discusiones y el modo en que queremos ser testimonio del único evangelio de Jesucristo. Este método de discernimiento se llama “conversación en el Espíritu”, que puede seguir siendo perfeccionado, pero que ya puede ser bien aplicado en las parroquias, grupos, comunidades, etc. para llevar la sinodalidad a la acción.
En tercer lugar, se evidencia que como humanos/as y cristianos/as nunca dejamos de aprender. La construcción de una Iglesia sinodal, con la gracia de Dios, es un constante aprendizaje. Hablamos de una pedagogía de una Iglesia sinodal a todos los niveles y a todos los miembros del Pueblo de Dios, unidos/as en igual dignidad y búsqueda de la santidad en virtud del bautismo. Igualdad no es uniformidad; dialogar no es consensuar; tener miedo o dudas no es encerrarse o detenerse en la falsa nostalgia de las seguridades.
En cuarto lugar, durante todo el mes fuimos acompañados por meditaciones espirituales y el ícono bíblico que marcó los trabajos fue la parábola de la semilla, “el grano brota y crece sin que él sepa cómo” (cfr. Mc 4,26-29). Esta parábola nos enseña a valorar el proceso y no los resultados, el caminar juntos y no seguir los propios intereses, que vamos construyendo el Reino del Padre cuando en nuestro caminar incluimos a todos y respondemos al llamado del Espíritu Santo, protagonista del proceso sinodal, de ser comunidad samaritana y llegar siempre a buen puerto, que es compartir la vida con los/as marginados de la sociedad.
Finalmente, antes de presentar los principales temas que surgieron, no debemos olvidar que la primera sesión del Sínodo se llevó a cabo en un mundo ardiendo en guerras, polarizaciones, corrupción y crímenes ecológicos. No debemos perder esta perspectiva para no correr el peligro de encerrarnos en “nuestros” temas y olvidarnos del mundo donde Jesús nos envía. En ese sentido, los principales temas que, a pedido de la Asamblea, necesitarán de un análisis más profundo con ayuda de la reflexión teológica, canónica, psicológica, antropológica entre otros, en vista a la segunda sesión en octubre del 2024, fueron:
Los pobres, los preferidos de Dios, al centro del ser y quehacer de la Iglesia (4b); los migrantes, muchos de los cuales cargan con las heridas del desarraigo, la guerra y la violencia (5d); la relación con las iglesias orientales y la unidad de los cristianos (6a); el clericalismo, cáncer que destruye a la Iglesia (8f); el rol de la mujer en la misión de la Iglesia y su acceso al ministerio del diaconado (9j.n); la formación integral en clave sinodal de los futuros y actuales ministros ordenados (11d); la autoridad-servicio versus la autoridad-poder de los obispos (12b); los nuevos interrogantes en relación con la identidad de género y la orientación sexual, el final de la vida, las situaciones matrimoniales difíciles y las cuestiones éticas relacionadas con la inteligencia artificial (15g); la escucha y la justicia para con las víctimas de todo tipo de abusos por parte de miembros de la Iglesia (16f.h); la misión y la cultura digital promovida con creatividad (17g); el ejercicio de la sinodalidad a todos los niveles (20a).
Así, la sinodalidad tiene sentido porque la Iglesia es misión y está para servir al Reino de Dios. Que podamos narrar la Iglesia con una nueva parábola para que sea vivida y entendida por todos. Por lo tanto, es un proceso cuyo dinamismo lo da el Espíritu y nuestro profundo deseo y compromiso de anunciar la bella y buena noticia de Jesús a todo el mundo. Además, la sinodalidad es tan antigua como la Iglesia misma (Hechos 15), pero con el Concilio Vaticano II y sus documentos de obligada lectura para valorar la tradición y el magisterio vivo, ha tomado un nuevo aliento, al punto de ser “el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio” (Papa Francisco.17.X.2015).